"No culpemos a los políticos. Estamos todos implicados", fue esta frase la que me llamó la atención en El Pais del pasado 14 de marzo.
En el observo a una joven sonriente, Núria Molina, que es escuchada en foros internacionales como investigadora de EURODAD (Red Europea sobre Deuda y Desarrollo).
Núria lleva diez años como cooperante en diferentes zonas del mundo, y en ellas observó los problemas que conllevaban las ayudas internacionales (en concreto el Banco Mundial), ya que las condiciones que imponía este organismo no facilitaban el desarrollo de las zonas, sino que entraban en graves contradicciones, y acaban causando desastres.
Núria pone el dedo en la llaga cuando afirma que "la ayuda no es la solución. Lo que hay que establecer son relaciones económicas justas". Remarcando que ésta no es sólo una cuestión que atañe a los políticos sino a toda la ciudadanía.
Ahora que estamos en crisis (unos hablan de crisis financiera, otros de crisis económica, pero la mejor definición que he oído es la de crisis de avaricia), ahora que salen a la luz contradicciones abrumantes como congelar salarios a obreros frente a ejecutivos que se lo han triplicado, es en este momento cuando nos olvidamos de los pueblos que siempre han estado en el olvido.
Ahora que el capitalismo ha demostrado nuevamente su ineficacia para el mundo rico, yo me sumo a la opinión de Núria, la solución pasa por relaciones económicas más justas. La crisis nos afecta a todos, solo que algunos llevan años en ella. Sería bueno no olvidarlo.